Recorrido Histórico

En esta sección te ofrecemos un breve recorrido histórico, para compartir algunos datos curiosos y buscar en el pasado pistas para entender al Chagas hoy.

Crónicas de vinchucas

Se sabe que las vinchucas viven en el Continente Americano desde antes de la llegada de los colonizadores europeos. Desde las primeras expediciones, a pocos años de la llegada de Colón a América, viajeros y religiosos mencionaron la presencia de vinchucas en sus crónicas.

A modo de ejemplo, hacia fines del Siglo XVIII, el explorador español Félix de Azara relataba: “la vinchuca es una cucaracha o escarabajo nocturno que nunca he visto al Norte del Río de la Plata; pero que incomoda mucho a los viajeros desde Mendoza a Buenos Aires, chupándoles la sangre. Se llena de ésta su cuerpo oval y aplatado hasta ponerse como una uva; y después de haberla digerido, la expele hecha tinta negra que ensucia indeleblemente la ropa blanca; las adultas son largas media pulgada, y vuelan. En todas las campañas se encuentra un insecto o pequeño escarabajo que estrujado hiede como la chinche. Por cuatro noches de enero acudieron tantos escarabajos medianos a las casas de Buenos Aires, que al abrir las ventanas al día siguiente se encontraban los balcones llenos de ellos, y era menester limpiarlos con escobas y espuertas. Lo mismo se veía en la calle a lo largo de las paredes donde estaban entorpecidos”. Este viajero fue quien utilizó por primera vez el nombre de vinchucas.

Luego, durante el siglo XIX, naturalistas europeos y americanos describieron diversas especies de vinchucas y hablaron de sus comportamientos. Así, se destaca el relato de Charles Darwin quien, en su paso por Mendoza, escribió: “No pude descansar por haberme visto atacado (empleo de propósito esta palabra) por un numeroso y sanguinario grupo de las grandes chinches negras de las Pampas, pertenecientes al género Benchuca […] Difícilmente hay cosa más desagradable que sentir correr por el cuerpo estos insectos, blandos y sin alas, de cerca de una pulgada de largo. Antes de efectuar la succión son muy delgados, pero después se redondean y llenan de sangre, y en este estado se los aplasta con facilidad”.

El comienzo científico de esta historia

La enfermedad de Chagas recién fue descubierta en 1909, por el Dr. Carlos Ribeiro Justiniano das Chagas (1879-1934) en Brasil. Este médico brasileño, con sus observaciones y experimentaciones de campo, identificó al parásito que provoca la enfermedad, describió a los insectos que lo transmiten y detalló una serie de síntomas que causa en los seres humanos, incluyendo alteraciones cardíacas y del sistema nervioso. Sin embargo, también asoció a dicha infección algunos síntomas que eran producto de otras enfermedades presentes en la zona; estos errores sirvieron de excusa, en algunos ámbitos científicos, para poner en duda el valor de los hallazgos de Chagas.

La historia refiere que Carlos Chagas -perteneciente al equipo del Dr. Oswaldo Cruz (Río de Janeiro)- fue enviado a Lassance (Minas Gerais) para estudiar cuestiones ligadas al paludismo (o malaria). Allí, se interesó por unos insectos que se alimentaban de la sangre de personas y animales domésticos y abundaban dentro de las viviendas del lugar. Encontró que en el tubo digestivo de estos insectos (conocidos con el nombre de barbeiros en Brasil) se desarrollaban unos parásitos que llamaron su atención, a los cuales denominó Schizotrypanum cruzi (actualmente Trypanosoma cruzi). Luego de identificar y describir al parásito hallado en el intestino de las vinchucas, Chagas lo encontró también en la sangre de un gato y luego en una muestra tomada de una niña de dos años que estaba cursando un importante cuadro febril. Allí comenzó su lucha por conocer, y dar a conocer, el grave problema sanitario que ocasionaban a los seres humanos estos parásitos y sus insectos transmisores.

En aquella época, en Argentina, la enfermedad de Chagas fue estudiada principalmente por el Dr. Salvador Mazza (1886-1946) a partir de 1926. Este médico argentino tomó el tema como su principal línea de investigación y se dedicó a indagar acerca de distintos aspectos de la problemática, retomando las investigaciones en el punto en que las había dejado Carlos Chagas. Mazza consiguió mostrar la gran importancia sanitaria de esta endemia, describió las formas clínicas y difundió sus hallazgos a través de los trabajos desarrollados junto a su equipo de colaboradores/as en la Misión de Estudios de Patología Regional Argentina (MEPRA).

Las investigaciones de Salvador Mazza revalorizaron los trabajos del científico brasileño y sus observaciones fueron de tanta trascendencia que incluso se propuso renombrar a la enfermedad como Enfermedad de Chagas-Mazza.

Nos interesa particularmente retomar el ejemplo de quienes -con aciertos y desaciertos- sentaron las bases de la investigación sobre este problema, ya que su talento se completa con la capacidad que tuvieron de ver más allá de los meros aspectos científicos del tema que los apasionaba. Se dice que el mismo Salvador Mazza siempre repetía que mirando a través del microscopio con el mayor de los aumentos no debía dejarse de ver a las personas en su totalidad. A la luz de estas consideraciones, el desafío para quienes toman decisiones desde diferentes roles sociales (en investigación, docencia, política, medicina, etc.) es repensar la práctica en el contexto donde los hallazgos científicos cobran realmente sentido.

¿Qué fue primero, el Chagas o la vinchuca?

Más allá de las fechas de las primeras crónicas y las primeras investigaciones, se considera que el Chagas es tan antiguo como la presencia de los seres humanos en el continente americano.

Se han encontrado evidencias de infección con Trypanosoma cruzi en momias de hasta nueve mil años de antigüedad halladas en el norte de Chile y el sur de Perú.

En la actualidad sabemos que el parásito que causa la enfermedad de Chagas y los insectos que lo transmiten han co-evolucionado desde hace miles de años. Es decir, que desde entonces se han ido adaptando el uno al otro, de modo que el tripanosoma depende necesariamente de la vinchuca para cumplir su ciclo, mientras que la vinchuca no se ve afectada por esto.

Un problema de Estado(s)

La preocupación por esta problemática llegó a consolidarse entre la comunidad científica recién después de haber sido caracterizado el cuadro clínico (los síntomas y las características de la enfermedad) en las décadas de 1930 y 1940. Hacia la misma época, se desarrollaron las primeras campañas de control químico de los insectos vectores, tanto en Argentina como en Brasil y Venezuela, comenzando a reconocer al Chagas como un problema sanitario de relevancia regional.

Durante las décadas de 1950 y 1960, a causa de los movimientos migratorios desde las zonas rurales hacia los centros urbanos, el tema se instaló en los servicios de salud de las grandes ciudades. Comenzó en aquel entonces el proceso de “urbanización” de la problemática, dado que las personas afectadas ya no pertenecían solamente a las poblaciones rurales donde se encontraban las vinchucas. Esta situación contribuyó a que el tema tomara la trascendencia suficiente para transformarse en un problema de Estado, lo que llevó a la aparición de diferentes instituciones destinadas a su identificación, evaluación y control. Fue entonces que se incorporaron nuevas instituciones a la escena como los Programas de Control Nacionales e Internacionales.

El Chagas hoy

Hasta hace algún tiempo, el Chagas era considerado un problema de salud estrictamente latinoamericano, ya que se vinculaba su presencia directamente con la distribución y densidad de varias especies de vinchucas en las llamadas zonas endémicas (ver Dimensión epidemiológica). Sin embargo, actualmente se encuentran millones de casos de Chagas en todo el mundo, en parte debido a las migraciones humanas hacia regiones en las cuales, por ser no endémicas, no se realizaban controles para detectar el T. cruzi ni en los bancos de sangre, ni durante el embarazo (o donde incluso hoy en día no se realizan).

El nuevo perfil de distribución de la problemática -ahora urbana y global, además de rural y latinoamericana- pone de manifiesto la necesidad urgente de un abordaje verdaderamente integral e inclusivo para hacerle frente, en un proceso de continua adaptación a las dinámicas poblacionales y los contextos locales, regionales y mundiales que configuran continuamente nuevos desafíos.